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Pistons 81 – Bulls 97

enero 24, 2008

El pasado fin de semana tuve el placer de recibir en Chicago al intrépido Chema. Entre las actividades culturales incluimos asistir a un encuentro de los Bulls, en concreto Detroit Pistons vs Chicago Bulls (el equipo local en segundo lugar siempre).

Antes de que penséis: «Oh! los Chicago Bulls!» os tengo que comentar que desde que se fue el amigo Michael, no levantan cabeza. De hecho no han ganado nada desde el 98. No obstante, el estadio se llena siempre. Hay que pillarse las entradas con tiempo porque si no, te puede pasar como a nosotros. Reservamos 2 entradas por Internet en el último gallinero que llegaron a subir hasta $135 (dichosas tasas y gastos de envío). Cuando me enviaron las entradas me quedé de piedra al comprobar que originalmente valían $10 cada una. De todos modos, si se compra una entrada en taquilla para la standing room (de pie), te puede salir por unos $25. Por cierto, había entradas que costaban hasta $3.500.

Lo mejor de ver un partido de los Chicago Bulls no es realmente el partido, sino la ambientación del estadio y los espectáculos que montan entre cada tiempo y durante los tiempos muertos. Incluso antes de que empiece el partido organizan shows musicales, distribuyen caricaturas, hacen fotos gratis y reparten boletos para las apuestas. Nosotros nos hicimos una con el vestuario de fondo.

 

Nada más comenzar el encuentro, presentan a Benny, el toro mascota de los Bulls. Benny es capaz de encestar realizando una triple mortal y de bailar el moonwalker con los ojos cerrados. Sin embargo, su especialidad es coger el cañón de camisetas y bombardear a la peña. Después realizan una presentación de los jugadores con multitud de luces, redobles y música que parece sacada de la BSO de Jurassic Park (en las pantallas gigantes los sacan además posando en plan modelos, poniendo caras de niños malos). Finalmente, el estadio se queda a oscuras, silencio absoluto, iluminan la cancha y un tenor canta el himno de Estados Unidos. Redoble y fuegos artificiales. Comienza el partido.

 

Tengo que reconocer que yo estaba más atento a las pantallas gigantes, viendo las repeticiones de las jugadas y también los zooms que proyectaban de la gente en el público. Lo típico era que si enfocaban a alguna pareja, se besara. También proyectaban mensajes cortos que la gente habría pagado como «Honey, marry me! John» o «Happy birthday, Susan!». Pero no resultaban mucho más específicos, claro está.

 

Otra variedad de vídeos eran los que mostraban a los ídolos del equipo soltando frases en plan «Niños, confiad en vuestras posibilidades» o «Si queréis, llegaréis lejos». Vamos, que les faltaba posar con el Cola Cao…

Las animadoras no abandonaron su posición en ningún momento, siempre vitorearon al compás de las sintonías que añadían en cada jugada para meter un poco de expectación. Recuerdo que pusieron mucho el comienzo de ‘We will rock you». En más de un tiempo muerto salieron otras mozuelas bastante majas a deleitarnos con bailes muy atractivos.

 

También fueron muy entretenidos los juegos que organizaban entre cada tiempo. En uno se disputaba una carrera entre un donut, un batido de chocolate y un munchkin. Yo tenía el boleto del donut, así que si ganaba la carrera que proyectaban en pantalla, conseguía un donut en Dunkin Donuts. No gané. Tampoco gané en el Grand Prix de camiones de agua mineral Hinckley. Finalmente tenía el boleto de la X en el juego del Tres en Raya. Sacaban a 2 personas del público y jugaban a colocar una X o un O en un panel de 3 en raya gigante cada vez que encestaban. Adivinad. No gané.

 

Otro espectáculo entretenido fue el duelo de tambores entre los Stampede (de los Bulls) y los Revolvers (de los Pistons). Cada equipo tenía un minuto para tocar y al final medían el ruido que generaba el público a la hora de aplaudir y aclamar al equipo que prefería. Aunque los Revolvers lo hicieron genial y todo el mundo les aplaudió, el ruidómetro dio la victoria a los Stampede…

Por otro lado, siempre tenías a los típicos vendedores que se paseaban vendiendo y gritando «Ice Creams!, hot dogs!, beers!». Esta es una de las imágenes típicas que tenía de un partido estadounidense y me resultó de lo más familiar. Lo que sí que no me resultó normal fue que apareciera Miss Illinois en mitad del partido para decir que era fan de los Chicago Bulls y que Chicago mola.

 

Sin embargo, aunque Benny bailara hip-hop, aunque sacaran a una panda de abueletes graciosos a menear el esqueleto y aunque muchas cheerleaders se hartaran de agitar los pompones, el espectáculo que más me gustó fueron los gimnastas de Chicago. Durante unos 5 minutos no pararon de ejecutar complicados movimientos y piruetas lanzando por los aires a las acróbatas y creando figuras con torres humanas que se enlazaban. Una delicia. De hecho parecía que uno estaba en un circo más que en un partido de los Bulls.

 

En cuanto al partido… no fue nada del otro mundo. Los Bulls empezaron perdiendo de 12 y en el segundo cuarto remontaron y lideraron el marcador sin problemas hasta el final, terminando 81 – 97. En uno de los boletos que teníamos indicaba que nos regalarían una cheeseburger si los Bulls ganaban por 100 o más puntos el partido. Qué cerca…

Dichosos Bulls, ¡quiero mi cheeseburger!