Cualquiera que me conozca un poco sabe que me encanta probar diferentes y extravagantes tipos de platos. Aquí he tenido la oportunidad de conocer la diversidad de comida en Chicago. Os comento algunas de mis impresiones.
Desayunos
Aunque los Starbucks y los Dunkin invaden la ciudad, no todo se reduce a muffins, brownies y donuts. También se encuentran restaurantes más tradicionales, como Dori’s place donde puedes desayunar special bagels (rosquillas de pan rellenas con huevos revueltos, salchichas y queso fundido), pancakes (tortitas gigantes) y french toasts (rebanadas bañadas en huevo batido, tostadas y cubiertas con sirope de alce). Me quedo con estos últimos.
Otro desayuno típico son los Benedict Eggs: dos mitades de una muffin cubiertos de bacon canadiense, huevos escalfados y salsa holandesa.
Mención aparte para las piezas de bollería y repostería. No sabría elegir entre galletas gigantes, scones (bollitos triangulares y aplastados rellenos de cremas de frutas del bosque) o los famosos cinnamon rolls (creo que originarios de Suecia). Estos últimos son mini ensaimadas con sabor a canela bañadas en una capa glaseada y extra dulce. De hecho son tan populares que hasta existe una cadena dedicada exclusivamente a su venta: Cinnabon.
Platos principales
Dejando a un lado las hamburguesas (quizá el estandarte culinario estadounidense por excelencia), en Chicago encontramos numerosos productos típicos. Uno de los más representativos es el Chicago char hot dog. Un perrito caliente cubierto con mostaza, cebolla, rodajas de pepinillo y pimiento picado. Nunca ketchup. Demasiado cargado en mi opinión.
Otra especialidad es la Chicago stuffed pizza. Se caracteriza por su corteza mantecosa bastante robusta y por su relleno de tomate machacado y queso a conciencia. Se le puede añadir gambas, salchicha, bacon o piña. Nuestras favoritas, en Giordano’s.
Y hablando de pizzas, no puedo pasar sin comentar las porciones que venden en Bacci Pizza. Son famosas principalmente por su relación tamaño-precio y por el queso fundido y pegajoso. También las preparan con pepperoni y champiñones.
Se observan muchos sandwich restaurants. No confundirlos porque ‘sandwich’ aquí se refiere al bocata de toda la vida. Dejando a un lado los Subway, estamos enamorados de los Potbelly, especialistas en preparar desde los famosos bocadillos de albondigas, hasta los combinados de salami, ternera, pavo y jamón, pasando por los de mermelada de uva con crema de cacahuete.
Si tuviera que destacar alguna experiencia gastronómica extrema, esta sería la odisea con las dichosas buffalo hot wings del ‘Jake Melnick’s’, rebozadas en la salsa más picante que haya probado en mi vida. Parece que la preparan con una esencia especial de chili peppers.
Con chuparte el dedo tras tocar la alita, ya puedes sentir el calor infernal en la garganta y esa sensación de agonía gástrica que te causa el picante. De hecho, tan brutal es esta sensación que antes de probarlas, debes firmar un papel reconociendo que las pides bajo tu propia responsabilidad. Además, cada mesa tiene una campana para que la agites si la integridad de tu boca se siente seriamente amenazada tras probarlas. Enseguida los camareros traen leche y yogur para devolverle la vida a tu lengua. Tengo que reconocer que es lo más condenadamente picante que hayan inventado.
Una ventaja de que exista tanta diversidad racial en los barrios de Chicago, es la oportunidad de probar comidas de todo el mundo.
Por ejemplo, en nuestro barrio (o en Pilsen), encontramos bastantes restaurantes mexicanos vendiendo tacos, nachos, burritos o quesadillas. En el restaurante más cercano, Papi’s tacos, se puede elegir la carne de relleno entre pollo, asada, lengua o milanesa. Todo con una abundante dosis de queso. Por supuesto.
Tampoco es complicado encontrar restaurantes cubanos. La especialidad suele ser el arroz con pollo y plátano frito, acompañado con frijoles.
Como tenemos Little Italy a un paso, también podemos acercanos y comer pasta en algún italiano. De momento el ranking lo encabeza el fetuccini Alfredo del Rosebud. Si en cambio nos apetece algo griego, Greektown queda a 20 minutos del downtown. Aquí me he aficionado al hummus y al arroz con guiso de gambas aderezado con crema de queso feta. También nos gusta la musaka.
Sin embargo, la palma se la llevan los restaurantes de comida asiática. Comer en el barrio coreano es toda una experiencia. Cubren la mesa con pequeños platos con raciones de salsas, pescado, vegetales y lechuga fresca. A continuación traen platos con diferentes tipos de carne (es posible pedir de perro) y colocan una parrilla en mitad de la mesa. La gente se va preparando la carne a su gusto y finalmente se la sirven sobre un trozo de lechuga, acompañado de los demás ingredientes.
Por otro lado tenemos los japoneses y chinos tradicionales. Aquí no te encontrarás los típicos menús españoles de rollito de primavera, arroz tres delicias y cerdo agridulce. Normalmente todos comienzan con té y sopa agripicante acompañada con pequeños brotes fritos y le continúa el plato de noodles (fideos) con diferentes combinaciones. Le pueden añadir champiñones, almendras, ternera cantonesa o revuelto vegetal. Otra especialidad es el chop suey: Carne de pollo, ternera o cerdo cocinada con verduras como apio o coles y cubierto con salsa almidonada. Si además lo mezclan con fideos fritos, se llama chow mein.
Sin embargo, nuestro favorito es un restaurantes bastante particular, Joy Yee’s noodles, que ofrece combinados asiáticos realmente variados: rollitos vietnamitas, ternera mongola, marisco malayo, arroz horneado con albahaca tailandesa o pollo Kung Pao, por comentar algunos platos. Eso sí, nos encantan los batidos de frutas naturales con tapioca y gelatina. Los echaré mucho de menos.
Postres
Continuando con los restaurantes chinos, tengo que hablar de las Fortune cookies, esas crujientes galletitas con ligero sabor a vainilla con una frase sabia sobre tu porvenir. Una vez me comí una que no tenía nota. ¿Cómo interpreto eso? ¿No tengo futuro?
Aunque los postres más característicos quizá sean las tartas de queso (impresionante la cadena cheesecake factory), también nos hemos deleitado con los extraordinarios ‘That chocolate thing’, un vaso grande con chocololate fundido, brownie y helado de nata con sirope (que se consume con erótico resultado), y la porción de helado de vainilla y pastel de fresa cubierta con un pancake y nata (cuyo nombre no recuerdo) del Bubba Gump. Postres prohibidos.
Aparte de los clásicos helados y tiramisú, aquí descubrí los cannoli, tubitos de pastel con una capa de queso ricotta sobre otra de chocolate o vainilla. Otras piezas que se venden como rosquillas, son precisamente los pretzels o lacitos, bañados normalmente en crema o queso.
Y por último, una mención especial para las palomitas. Aquí hacen palomitas de cualquier sabor. Mis favoritas, las de queso, claro está… realmente pringosas, apestosas y crujientes (como tienen que ser), aunque las de chocolate negro y blanco también están para chuparse los dedos…
Podría hablar de las bebidas… de la extraña adicción de los estadounidenses a los refrescos con sabor a piruleta o a gominola de botella de coca cola, pero creo que lo dejaré para otra ocasión…
Reflexión: ¿Cómo es que los estadounidenses no han inventado todavía el donut de queso?